Personas

lunes, 24 de septiembre de 2012

El señorcito del paraguas.

Hubo una vez, en una ciudad con mucha historia y mucha cultura muy lejana en el mismo país donde tú vives, vivía un misterioso y carismático señor tan bajito, tan bajito, que siempre subía los últimos 2 rellanos hasta el tercer piso del edificio 42 de la Calle de las Farolas donde vivía a pie, en vez de subir en el ascensor, como habría sido lo coherente y lo que cabía esperar para cualquier persona ajena a la vida de este peculiar hombre.
Sus acostumbrados vecinos se divertían viéndole subir andando todos los días hasta su casa, vestido con traje negro, pajarita azul turquesa y sombrero de copa, siempre con una sonrisa y un amable ''¡Hola vecinos!'' con su característica voz de dibujo animado. Les alegraba verle así todos los días, excepto cuando llovía, que no le veían porque el predictivo señorcito, que cuando pensaba que iba a llover(o que veía que llovía, lo cual tiene sentido) salía con su paraguas verde oscuro con el que hábilmente se ayudaba a pulsar el botón del tercer piso.
Excepto algunos datos recopilados, como que su casa siempre olía a mangos, que desde la calle llamaban mucho la atención sus flores amarillas y azules colgadas en el balcón y que el buzón que correspondía al piso tercero estaba un metro por debajo de los otros buzones, nadie sabía nada más de su vida(exceptuando su hija Simona, pero ella no forma parte de los personajes de esta historia) el día que felizmente murió dormido en su sillón. Felizmente, porque el señorcito no se olvidó de dejar una gran sonrisa en su boca antes de morir para intrigar a cualquier persona que se encargase de ver al señorcito antes de entregar por completo su esencia a los elementos, o al cosmos, o a la ciencia, o a donde fuese.

jueves, 6 de septiembre de 2012

El día que me contaron dos historias.

¿Quieres que te cuente el día que me contaron dos historias? dos historias, tan reales como inventadas. Sí, la primera de ellas, por la tarde, la de una chica risueña que decía que decidió, al ver que su gato no comía, estaba delgado, y no era feliz, enseñarle lo que eran los cereales: un bol, galletas para gatos y leche. El gato comía, y comía, y pronto, atraídos por el olor y los maullidos de placer del felino, aparecieron más gatos, todos muy delgados, no dispuestos a perderse el festín de dulces delicias. Todo el día, el gato solo pedía comer cereales, y al igual que el líder descubridor, todos los gatos del vecindario, y pronto de la ciudad, y del país, y casi del mundo entero(''excepto los de China, ahí no hay gatos'' me dijo la chica), tampoco querían comer otra cosa que no fuesen cereales. Así, es como la humanidad tuvo que darle a todos los gatos del mundo, solo cereales. Todos los gato del mundo, joder. Porque ese fue el día en que los gatos solo comían cereales. La siguiente historia fue contada justo después, por un chico rarito, tanto que incluso me extrañó que se uniera a la conversación. Nos contó, que hubo una vez un chico llamado Ricardo que por la noche, sin querer, dejó que la cucaracha que casi pisó, subiese por su pierna, solo por probar. Hasta que cansado de cosquillas, aplastó la cucaracha, impregnándose de jugos y feromonas. El chico, asqueado, siguió andando hacia su cita, comprobando como poco a poco era seguido por cada vez más cucarachas, que al oler las feromonas del humano y el insecto unidas eran atraídas, incondicionalmente hacia el chico, que corría para refugiarse de ellas, a donde no pudieran llegar. No quería ser llamado Cucarichard o algo parecido, como tampoco quería ser llamado por un programa de televisión. Así que entró en el metro. Entro en el metro, y no se bajó durante dos horas y media, durante paradas y paradas, viendo a la gente subirse y luego bajarse, esperando desprenderse del olor. Pero al salir, en otro lugar lejos, tan lejos de su casa que ya ni hablaban el mismo idioma, se volvió al verse perseguido por una inofensiva cucaracha, como un espectador indeseado. Y ahí paró de contar. ¿que por qué no nos contó el final? Porque vió una cucaracha y salió corriendo. Buenas noches, Luna.